miércoles, 24 de febrero de 2010

sentada en el velador de la sala de estar, frente a su computador se encontraba soledad.
soledad que escribía con pasión y cada vez más rápido, soledad, que le contaba a Andrés cómo iba su trabajo mientras él preparaba la once.
soledad que cada vez que se sentaba admiraba su título profesional colgado justo arriba del computador, para que cuando ella levantara la mirada como queriendo dejar de lado todo, lo pudiera ver y como por una obligación extraña que andrés nunca comprendió, sientiera la fuerza para continuar trabajando.
soledad que había acomodado todo estratégicamente en su vida.
todo
excepto a Andrés.
soledad tenía que escribir un ensayo sobre la delicuencia en época de vacaciones,
Andrés no podía entender porqué su mujer debía trabajar incluso cuando él podía dejar de hacerlo, por eso insistía en interrumpirla, distraerla y evitar que llegara ese macabro instante en que soledad se sienta en la silla y comienza a teclear botones, tomar café y dejar a un lado a Andrés, que procura bombardearla con infinidad de versos reclamos chistes y llantos para que vuelva a estar con él.
a vivir con él.
en el fondo, Andrés nunca entendió que la soledad estaba con él siempre,
incluso cuando su mujer no estaba.

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