domingo, 26 de septiembre de 2010

se busca título

Santiago estaba gris, o al menos eso veía Andrea desde la ventana de la micro.

Hacía años Andrea veía todos los paisajes grises, así que en varias ocasiones visitó al doctor.

Pero en el consultorio nunca le dieron respuesta, y lo único que consiguió fue contagiarse de todos los virus existentes en el país. Las filas repletaban el lugar, tenía que esperar por lo menos una hora para ser atendida y mientras tanto ver a todos esos niños que seguramente tenían un décimo de su edad con esa tos que hacía combustión en su vista gris.

A veces Andrea podía distinguir el color blanco, y una vez estuvo segura de ver azul, pero los recuerdos se hacen borrosos y la nostalgia se volvía angustia cuando trataba de recordar cómo lucían los días soleados y los kuchën que su mamá vendía los domingos. Era imposible.

Andrea había perdido gran parte de su independencia, se sentía atada.

Ocurría, por ejemplo, que no podía distinguir las luces de los semáforos, por eso, luego de chocar el auto de su trabajo como repartidora de productos de belleza, Andrea fue despedida de ese cargo y se vio en la obligación de continuar como secretaria de la misma empresa.

Tampoco distinguía un auto de un taxi, así que en más de una oportunidad fue pasajera de un chofer que no tenía ninguna intención de llevarla a su casa.

Pero no todo era tan terrible, todo esto hizo que Andrea estuviera ese día en esa micro, en ese asiento.

Marcos, en cambio, era un fanático de la vida, veía todos los colores y sus matices y los detalles de cada cosa que se le cruzaba por delante, tenía la manía de observarlo todo - distinto a simplemente mirar-.

Quizá esta manía se veía impulsada porque hacía tres años había recuperado la vista, luego de un viaje al extranjero y una operación, Marcos volvió a ver, o como él solía decir “comenzó a vivir”

Esta obsesión de mirarlo todo fue lo que lo llevó a sentarse junto a Andrea y en secreto observar su pelo, su cara blanca y las pecas sobre sus mejillas.

Lo que más le llamó la atención, fue la sombra producida por ese surco que se formó en las mejillas de Andrea cuando sonrió para responder a su saludo “buenos días, señor”

No había duda, Marcos comenzaba a sentir ese cosquilleo que le anticipaba la nueva
manía que lo abordaría desde ahora, necesitaba conocer a Andrea, sentía un impulso -que incluso le asustaba- por examinar cada una de sus pecas mirando a través de una lupa.

Luego de entablar una muy breve conversación, Marcos al fin se decidió a invitarla a un café. Pero justo en ese momento Andrea tocó el timbre al tiempo que le decía “con permiso señor, un gusto conocerlo”.

Desesperado, se bajó tras ella y pronunció su invitación, Andrea, con actitud cocoroca aceptó “encantada”, pero primero debía ir a su casa a dar de comer a su madre, que por estos días había pescado un resfrío haciendo la fila del consultorio.

Estaba todo listo, Marcos fue a comprar flores, pasó a su departamento a perfumarse y de paso se emparejó el bigote.

Andrea, a su vez, dio de comer a su mamá mientras le contaba la historia que acababa de ocurrirle, se pintó los labios con la esperanza de que el color carmín fuera tan bonito como ella creía recordarlo y partió al café de la esquina.

Ahí estaba Marcos esperándola con el bigote recortado y un ramo de tulipanes amarillos que Andrea veía grises, igual que la taza de café, igual que el café, igual que la cara y la bufanda de Marcos, igual que todo lo que veía hace ya siete años.

Conversaron durante horas, incluso Andrea le contó de su “enfermedad sin cura”, y a Marcos le pareció encontrar cierta relación entre el comienzo de su enfermedad y sus inicios como secretaria.

Andrea había entrado a trabajar en marzo y su problema comenzó en junio, por lo que Marcos concluyó que su mal tenía cura. Mirándola sonriente, le dijo “durante años yo no distinguía el día de la noche, mi vida era como un cuarto con las luces siempre apagadas, la única diferencia contigo, es que mi problema era físico. Tú en cambio, sólo necesitas volver a sentir la vida, necesitas alguna motivación que te haga sentir importante, o al menos útil y te aseguro que vuelves a ver cada color como si lo hubieras creado tú misma”

Andrea lo miraba incrédula, preguntándose si realmente este hombre pensaría que su problema a la vista tenía algo que ver con su felicidad.

Después de un rato ya no estaba escuchando a Marcos, solamente lo miraba y cada vez
se perdía más en sus ojos.

Marcos por su parte, hablaba como nunca antes, y cada vez que Andrea le respondía con un monosílabo, acercaba su silla a la de ella, tratando de llamar más su atención.

Hasta que en un segundo encandilante, quedaron uno frente al otro, sus narices se separaban por un milímetro y sus ojos aproximadamente por dos centímetros.

Estaba escrito, Marcos acercó su boca a la boca de Andrea, fascinado con sus ojos y sus pestañas y su piel blanca.

Andrea, mientras tanto comenzaba a cerrar los ojos para aceptar encantada el beso de ese loco de remate, concentrada también en lo grandes y bellos que se veían los ojos grises de Marcos. Faltaba entonces medio milímetro para cerrar los ojos completamente cuando Andrea sintió un ardor en lo más profundo del cerebro. Abrió los ojos y detuvo a Marcos tomándole la cara con sus manos. Una lágrima comenzó a bañar las pecas de Andrea, y antes de que Marcos pudiera preguntarle qué le ocurría, Andrea, emocionada le dijo

“qué bonitos ojos verdes tienes”
hoy decidí que me caís mal,
pero igual te quiero.

martes, 21 de septiembre de 2010

hoy voy a estar bien
he dicho.

lunes, 20 de septiembre de 2010

me gustaría saber porqué ponís puras canciones romanticonas en el feisbuc,
aunque quizá no, no me gustaría saber
ojalá que no
ya si igual me importai
:'(

sábado, 18 de septiembre de 2010

porque el amor es la peor pasión
sufro de ataques de rabia.
me da por odiarlos a todos y digo cosas bien feas, después se me pasa y quiero que todo siga como antes, aunque siempre con la angustia de pensar qué es lo que me hace odiar y amar en tan poco tiempo una misma cosa, siempre con la duda de si lo que siento realmente es lo que veo cuando me dan los ataques una vez al mes, o la demás parte del tiempo.
puedo ser muy tolerante, muy cariñosa, muy permisiva.
pero si me pillan en el día SÍ, mejor tener cuidado, porque puedo ser más dolorosa que un viejito durmiendo en la calle.
y no piensen que exagero cuando digo "sufro de ataques de rabia"
porque de verdad, SUFRO.

sola

me aburrí de esto, quiero cambiar.
pero claro, una no puede cambiar de familia como se cambia los calzones.
y por más incómodos que sean, por más idiotas, por más altaneros, por más asqueroso y repulsivos que sean, mi mamá tiene razón "se trata de mi hermana y su esposo, de mis sobrinas, de mi papá, asíque si no te gusta vas a tener que relacionarte con ellos por obligación"
cierto, pero qué ganas de tener de esas familias que se juntan todos los domingos a comer cosas ricas y que se saben al derecho y al revés los problemas de cada uno y que no tienen que andarse mintiendo y decir que somos super felices y que me va super bien en el colegio y que estamos orgullosos de lo que somos hoy en día.
porque es mentira.
y qué raro me parece ese dicho de que tu familia es la única que nunca te va a dar la espalda.
porque para mí ellos son lo más condicional que tengo.

lunes, 13 de septiembre de 2010

me he dado cuenta de que no me conozco,
ni un poquitito

lunes, 6 de septiembre de 2010

ya sé, para que esto funcione tengo que dejar de pensar en tí.
no andarte buscando
pero siempre cometo el mismo error, y hacía ya tiempo no lo cometía.
en el fondo quizá me guste hacerlo, es como darle una bolsa de dulces a mi tata y perdile que cuando se los termine no ande comentando lo ricos que eran.
guachito rico, vo' soy mi bolsa de dulces.
ojalá se me olvide tu sabor mañana.

sábado, 4 de septiembre de 2010

ven conmigo, tómame la mano, vamos a bailar

tranquilo, el infierno es nuestro.

viernes, 3 de septiembre de 2010

entre la nariz y el mentón, yo tengo clavos, flores y lágrimas de riachuelo.
yo creo que todos los depresivos endógenos -de chile por lo menos- se van a suicidar este año, o el próximo o el próximo o el próximo.
ya ni el cumpleaños le pinta la sonrisa en la cara a una.
voy a tener que hacerme una máscara pa que no se me olvide cómo se veía en mi cara.