lunes, 3 de enero de 2011

Hoy cuando te vi llorar, me dieron ganas de llorar a mi también.
De acurrucarnos y lamentarnos en dúo, pero no podía -no sólo porque a quien había que consolar era a ti- sino porque no podía. Ya no puedo llorar.
De todas maneras se me acelera la respiración, me ahogo y se me estruja la guata.
Pero nunca te había visto llorar. Me di cuenta que llorai con las mismas ganas que yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario