viernes, 23 de enero de 2009

no sabemos ni a dónde vamos.

entonces vi mi rostro en la pantalla negra del computador apagado,
estaba sonriendo, y no me di ni cuenta, esa sonrisa cansada, con los ojos chinitos del sueño y la frente marchita (como dijo sabina, alguna vez).

es que cuando queremos sonreír se nota, porque nos reímos, nos hacemos los divertidos cuando en realidad sólo queremos irnos a nuestras casas a estar solos, a no hacer nada, a estupidizarnos con el programa idiota de la tele nacional, y aún así, juzgamos a los reggetoneros que ven yingo y se unen al grupo de fans de las minas más ricas en feisbuc.
todos queremos alcanzar nuestra propia felicidad, esa que nosotros mismos construimos, pero, si está previamente construida, ¿puede entonces llamársele felicidad?, si vamos a lo que sabemos, a lo que queremos y predestinamos a nosotros mismos, estamos entonces cumpliendo un pacto o al haciendo posible el sueño de plenitud contínua?

es como la chaqueta amarilla que vi recién en el patio, cuando cerré el libro, estaba leyendo y el autor jiddu krishnamurti me hablaba sobre lo cerrados de mente que nos encontramos, es cierto, estamos sujetos a nuestros propios destinos, vamos al colegio, hacemos amigos, tenemos buenas notas e ingresamos a la universidad, queremos estudiar teatro pero terminamos ponderando 800 puntos, entonces entramos a estudiar medicina en la Chile, porque, claro, nos fue tan bien que tenemos que dedicarnos a algo bien pagado, a una carrera que por más manoseada, cochina, sucia y hedionda que esté, tiene prestigio, te convierte en un hueón inteligente automáticamente, no como estudiar teatro, o pedagogía.

el caso es que la chaqueta amarilla estaba atrapada en el techo de mi terraza, que es de madera pero cada cierto tramo de árbol muerto deja entrar un haz de luz mediante un vidrio rectangular, estaba ahí la chaqueta, chocando, chocando, yo mientras tanto la miraba y escuchaba el "dzzzzz" de sus alitas encontrándose con el vidrio semi transparente.
No podía salir, supe que quería llegar al cielo, y seguía dándose vueltas, a veces estaba a dos centímetros de la madera, y yo pensaba que si la miraba, probablemente entendería que debía seguir avanzando, bajar para esquivar el término del techo y luego volver a subir, y pillarse con el cielo calmo, que andaba buscando.

No es acaso lo mismo que hacemos nosotros?, queremos alcanzar la plenitud, pero chocamos con los prejuicios y los contratos sociales inculcados desde hace doscientos años en este sociedad, nos creemos inteligentes, audaces y muchas veces superiores, pero no nos damos cuenta la estupidez de caminar que deslizamos cada día hasta llegar al colegio, al trabajo, al establecimiento acordado previamente, y que hemos llamado y adquirido a causa de la misma orden social que intento relacionar.
vamos al colegio y anotamos todo en un cuadernito, el más lindo, el más caro, pensando los idiotas que si nos compramos el cuaderno que más nos gusta para la materia que más nos cuesta, entonces vamos a tener más ganas de abrir el cuaderno en la casa y estudiar, MENTIRA, nos quedamos sentados mirando la tapa, lo escribimos con colores bonitos, ordenado y estético, pero nada de eso nos sirve.
queremos seguir soñando con llegar a viejos y casarnos, todos tenemos por seguro que nos vamos a casar, seguro con el hombre o mujer que amamos y el sentimiento esperamos sea mutuo, porque eso no lo podemos ni dudar.
pasa que al final se nos derrumba todo ese sueño, cuando en momentos como este, nos sentamos en el computador y vemos la sonrisa incrustada en la cara, bajo la nariz y sobre el mentón, seguimos igual de cansados, de exhaustos, de tacaños, de olvidados, pero sonreímos.
esa es la plenitud que conseguimos, la que no buscamos y de alguna forma alcanzamos igual.

no creo que funcione eso de "seguir tu destino" y lo de la esencia, que siempre menciona la gente, todas esas son puras patrañas inventadas, la esencia no existe, el espíritu tampoco, porque no nacemos con eso, sino que lo vamos moldeando a nuestros gusto, nos hacemos y nos rehacemos de acuerdo a los años, a las actitudes y a lo que espera el jefe, el mundo de nosotros.
es así que no llegamos nunca a ser nosotros mismos, a encontrarnos solos y sosegados en la absoluta plenitud de la abundancia, cuando dejamos de moldearnos, de ser lo que queremos ser, y no lo que somos por exigencia automática de las emociones.
a propósito derrumbamos todo lo que somos, lo dejamos de lado para construirnos de a pedacitos, queremos ser bonitos, lograr todo lo que creemos querer, y así nos olvidamos de lo que somos realmente, de la autonomía concreta de la mente y el cuerpo, y nos conformamos con creer en cosas como "la esencia", "el espíritu", y tantas de esas migrañolas excursiones a la literatura, palabras inventadas, deslizadas por el mundo hace tantos años como los que el hueón flaco rubio y todo cochino se convirtió en cristo, en el dios amante y seguidor de más del 50% de la población nacional.
tenemos un lenguaje estipulado en las bases de la ley chilena, tenemos una religión aceptada, y la católica apostólica romana no sirve nada más que para eso, para seguir inventándonos, para dejar de crear y comenzar a ser.
entonces es cuando nos terminamos, nos sentimos buenos y gentiles, la gente va por la vida diciéndonos lo "dadivosos" que somos, lo buena gente, y creyéndose mejor persona por decirle al porrito del curso que "tú tienes una inteligencia emocional, lo académico no importa porque estás a un nivel superior sentimentalmente" y nos convencemos de ser superiores por eso, nos reímos de nuestras desdichas, pero no asumiéndolas, sino haciendo de ellas una burla, una herejía al sistema.
y no es así, así hacemos cuando se nos derrumba el sueño, cuando nos gana el agote y nos sentamos en el computador a escribir.
cosa que tampoco sirve de mucho.

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